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Monday, December 27, 2004

Abel

Abel había nacido enojado, se sentía cómodo sintiendo ira, de hecho le parecía inconcebible sentir satisfacción. Decía de aquellos que se sentían satisfechos que eran unos mediocres, hombres inferiores, conformistas.

El intentaba ser como él pensaba debía de ser, pero la ira no le permitía muchos avances. Abel tenía la idea de un mundo, sabía como debían de funcionar las cosas, como la gente debía de conducirse, si todo fuera como él lo pensaba, la vida sería diferente, el mundo sería merecedor de ser habitado, sería un mundo en el que él se atrevería a sonreír.

Abel era un realista, no usaba mucho su imaginación por que no veía la utilidad en ello. No entendía eso que llamaban amor, para él no era más que hormonas, instinto y unas cucharadas de soledad. Sentía como las orejas se le tornaban rojas cuando alguien de buena voluntad trataba de explicarle, más furia sentía.

Pero, no todo era malo, después de todo, apreciaba la belleza en ciertas cosas, en los pájaros, en las hojas de los árboles, en frases de antiguos pensadores, en los libros. Abel vivía en un apartamento sin compañía, nunca había la había buscado, no creía en nada que no pudiera explicar científicamente. No le gustaba, la incertidumbre, las emociones, lo inesperado de otro ser humano deseoso e incompleto, así que decidió evitarlo por completo.

Abel, a veces soñaba con no despertar, no veía el objetivo de existir si era inalcanzable aquello que él deseaba, él soñaba con su hermano, soñaba que su hermano como en los viejos tiempos lo sacaba de su miseria.

Fabiola

Diciembre de 2004

Friday, December 10, 2004

Un sí por respuesta.

Para Leonel

Viernes por la noche, se sentía cansada, le había prometido asistir a la reunión. La recogería Samuel a las 9, irían en metro al centro.

La ciudad se dibujaba como un caleidoscopio, cada instante era una imagen diferente, la gente, las luces, los autos, y ellos. Llegaron sin contratiempos. Caminaron por la estrecha puerta, sus amigos los esperaban. Saludaron, se quitaron el abrigo y llamaron al mesero. Ella miraba a su alrededor, como buscando algo. En la mesa del fondo, en la penúmbra, un hombre y una mujer conversando. Sintió como bajaba una corriente fría por su espalda, la tercera persona en la mesa, él.

Cerró los ojos, sacudió la cabeza, y no miró más.

Desde hacía dos años, lo veía en todas partes, en todas las personas. Tenía que convencerse que él ya no estaba, que él se había ido. Trató de poner atención en sus amigos y en la conversación. Samuel se disculpó y fue al baño. Ella aprovechó para ir a la barra y ordenar algo de tomar, ya que el mesero no se aparecía. Tomó valor miró otra vez hacia la mesa. Él esta vez la miró fijamente, había dejado crecer su pelo y su barba, parecía diferente. Sin embargo, esa mirada no podía pertenecer a nadie más. Despacio, ella giró su cabeza hacia la barra y pidió un trago.

Samuel la alcanzó en la barra y se percató de las lágrimas en sus ojos.

- ¿Qué pasa?

- Es él otra vez.

Él corrió su brazo por sus hombros,

- Ya hemos hablado de esto.

- Lo sé.

- Vamos a pasárnosla bien. Esta noche, es Nuestra Noche.

Regresaron a la mesa con los tragos en la mano, ella no quería ver, pero no lo podía evitar. Lo único que quedaba de él era un par de billetes sobre la mesa. La pareja que lo acompañaba, bailaba en la pequeña pista.

Ella, se dividía en dos, una parte habitaba en el mundo presente, conversaba y convivía con la gente. La otra parte no dejaba de pensar en él. Pensaba en el dolor que le había provocado, pensaba en lo felices que habían sido y sentía culpa por no poder amar a Samuel.

Fue al baño para poder tener un minuto de soledad, él la esperaba en la entrada del baño. Se miraron, ella no podía sostenerse en pie. Le dijo desafiándolo: “Tú no existes, tú estás muerto, vete”. Ella trató de entrar al servicio, él no lo permitió. Ella sintió perder la cordura. Él la tomó de los hombros y la obligó que lo mirara a los ojos. “Vine a pedirte perdón, lo tuve que hacer por tu propia seguridad”. Ella no podía respirar, se ahogaba. Sus piernas se hacían líquidas, y veía todo negro. En el fondo ella confiaba que todo era el resultado de su imaginación, y que despertaría pronto.

Él la abrazó, antes de que se desplomara en el piso. Ella ahora lo podía tocar, se sentía real, demasiado real para ser un sueño. El tono se su voz cambió, hablaba como una niña en frases cortas, trataba de explicar lo que estaba pasando. “Tú no estás aquí. Tú estás muerto. Tú te moriste el 21 de Marzo del 2000. Ibas con tu amante. Los dos murieron”.

Él repetía.

- Perdóname, perdóname.

Su cara pálida y sin gesto. Sus ojos no miraban a ninguna parte. Ella le preguntó: Díme, por favor que no estoy loca, díme por favor que no estoy loca. Él trataba de tapar su boca con la mano para no llamar la atención. Le rogaba guardara silencio.

Cuando ella calló, él dijo: No hubo tal amante, fue para desilusionarte. No he dejado de pensar en tí ni un sólo instante. He venido a pedirte que vengas conmigo.

Ella tenía la mirada perdida, rayaba en la locura. Con la poca voluntad que le quedaba aceptó, salieron del lugar tomados de la mano. Caminaron calle abajo. Caminaron por las calles de la ciudad siempre cambiantes, pasaban las horas, hablaban sin parar, ella recobraba la sensación de ser, pronto amanecería, ella le propuso fueran a su casa, él aceptó.

Preparó té para los dos, se abrazaban en el sillón, se fueron a la cama con dos años de deseo, hicieron el amor hasta que los rayos del naciente sol les cubría la cara, durmieron con sus cuerpos entrelazados.

Samuel y los demás la buscaron por todas partes. Samuel guardaba la esperanza de que todo era un malentendido, ella tal vez necesitaba estar sola.

Habían pasado sólo algunas horas, una perilla mal cerrada, un vecino llamó a la policía cuando el persistente olor a gas saturaba el aire. A la fuerza abrieron el departamento. Ella yacía en la cama, con un gesto de entrega. Estaba sola, durmiendo el sueño eterno sola.

Samuel la miraba, no reconocía aquel gesto en su cara. Sin embargo, era ella. Al identificarla dio un sí por respuesta.

Fabiola

Diciembre de 2004

Thursday, December 02, 2004

Diana

Diana es una cosita bonita

Diana va a cumplir ocho años

Diana sueña con unicornios dorados

Ella una tarde tocara las nubes


Diana pregunta su madre cuando será su cumpleaños

"Será pronto no desesperes, mi niña"

Ella llevará un vestidito blanco

y unos zapatitos azules


Diana vive con mamá y papá

Diana tiene un perro y un conejito

Diana cuenta los días para su cumpleaños

Diana quiere una estrella, un arcoiris, y una gota de mar


Diana duerme, vuela en las nubes

Diana siente que la tocan

Diana no se puede mover

Diana tiene miedo


Diana esta triste

Diana no se quiere levantar

Diana ya no quiere los regalos

Diana lo que quiere es llorar


Diana abre los ojos

Diana no puede hablar

Diana quiere que aquello fuese solo un sueño

Diana supo hoy que los unicornios no existen.


Fabiola
Diciembre 2004

Monday, November 22, 2004

Where are you?

Where are you? This voice sounds over and over in my head.

Do you miss me? Sometimes I just prefer not to think about it.

How can you live without me? And I can not leave my bed without you. It still smells like you. I take long breaths just to have a sense of you.

Don’t you understand I am here?
Don’t you have a heart?
Don’t you have blood in your veins?

How many times I have to repeat my self you don’t exist, you are a bad dream, a joke. But doesn’t matter how many times I do that. When I see you, time stops and I am ready for you to take me where nobody has taken me before.

Fabiola

<>November, 2004

Wednesday, November 17, 2004

Casa

Se me llenan los ojos de lagrimas de pensar en volver a casa.
El problema es que he olvidado donde vivo.

Fabiola
Noviembre de 2004

Saturday, November 06, 2004

Did I say that aloud?

“I just want to kiss you”… Did I say that aloud?

He remained silent. In that moment .I'd have given anything for a kiss, and you know I mean it. I'd have given up my roller skates, my coffeemaker, my hair, my eyelids, one eye, two fingers, my soul.

His existence had an effect on me; he is responsible for my lack of health, in the last two months I have experienced: high blood pressure, temporary blindness, deafness and tachycardia. I am practically dying.

We usually go to the movies, eat popcorn, and make fun of each other. We didn’t care about the weather, politics or religion. “We” is our favorite topic.

He looked at me with his wide-opened eyes. He didn’t know what to say. But he was curious, I could tell.

So far, we have kissed on the cheeks, hugged, held hands, caressed each others hair, but we haven’t kissed on the lips… yet. And I like to make clear that we haven’t kissed YET… beautiful word, full of hope.

When we go out, and people are looking at us, I enjoy showing my I don’t give a shit face, and he loves it. He feels safe and protected with me; he has built a shelter in my company. He is soft and delicate, he is almost ethereal. Nothing like me, I am a rock, a warrior, ready to give my life for him, if he gives me only one kiss.


Fabiola.
November 2004

Saturday, October 23, 2004

Luck

His name was ... well, that doesn't really matter. What does matter is to mention that he was a beautiful creature. The good thing was that people less evolved couldn't quite see it.

His face was enlightened, a golden aura accompanied him everywhere. His eyes were ... those enormous eyes; they ate you alive, without you even noticing it. His messy hair gave him the ultimate touch. His smile ran from side to side giving the illusion it would never stop of revealing itself.

There was something unnatural about those eyes. Sometimes I believe they had a life of their own, they had will and desire. He could easily speak through them if he wanted.

We were friends and just friends. That marked me with bad luck for seven years.

I would never regret enough about that night.

He was telling me with slow and sweet phrases, he'll never be mine. I could feel his breath on my face. He was close enough to make me go crazy.

Somebody else was the carrier of the Good Luck. Somebody else will enjoy those eyes with life of their own, that endless smile and that messy hair.

It is incredible how naive I was, just like a little kid, I thought if I wanted him enough, eventually he will be mine.

I stood up, excuse myself, went to the bathroom, and locked the door. I looked my pathetic reflection in the mirror, I felt repulsion. I couldn't stand it. I felt ashamed. One blow. My arm. The mirror was broken in to pieces, some of them still in my knuckles.

That night was the night of the seven years.

Damn you Luck!!

Naufragio

Nací 20 años después, con la nostalgia de lo que ya no será.
Vivo 10 años atrás, náufrago del ahora.
Estoy seguro que moriré 5 años antes sin saber que día es.

Tuesday, October 12, 2004

Hyper

Aaaaaaahhhhhhh oqui oqui oqui oquidoqui mira que culo, ¿cómo es que tienen ese culo las negras?, han de tener pacto con el diablo. Mira nada más agggggggrrrrrrrr naaa naaaaa naaaaaaaa ¿que le iba a decir a este cabrón? Turi turi turi turi turi turu ru ru ru ri

Se le transparenta la blusa ¡chiiiiichis chiiiiiiiiiichis chiiiiiiiiichis!

-Eso no es cierto… Quien te dijo?

¿Quién le habrá dicho?, se me hace que la Manuela le dijo a este cabrón que cojimos. Nenenenene nenenenenene nenenenenenenene nenenenenenene uuuoooouuuuoooouuuoooouuuuu!!!!!

Ni ni ni ni ni ni ni Caracol caracol caracolito mira que bonito tu cuuuu ni ni ni p-e-l-i-rr-o-j-a aha aja aja jaja jaaaa aja!!! Me la echo nos la echamos. Excuse me do you have a moment? Is your name Laura? Aaaaaaaaaahhhhhhhhh aahhhhhhhhhhh mis ojos mis ojos!!!

Nuuuuuuniiiii nuuuuuuunnniiiiiiii glup glup glup glupi glupi glupi

- ¡Qué!, ¡ni madres cabrón, no me la cojí!

- ¡Oye! ¿que se sentira que te la metan?. Hasta los pelitos se me pararon.

Piiiiiiiiii pppiiiiiiiiii piiiiiiiii ppiiiiiiiiiiiiiiiiiii


Fabiola
Octubre 2004

Monday, September 27, 2004

Isabela

Isabela

En nuestros días, tres grandes religiones comparten la idea de la reencarnación. Los Budistas, los Taoístas y los Hinduistas predican que el alma es inmortal, pura e incorruptible. Sin embargo, el viaje que realiza cada alma por el mundo es el vehículo por el cual se llega a la Iluminación.

Existen varias discusiones al respecto, para los Budistas el alma cada vez se va perfeccionando, y la idea de la reencarnación es un accenso en la escalera espiritual. En cambio para los Hinduistas la reencarnación es también una oportunidad de corrección, lo que quiere decir, que un alma puede reencarnar en entidades inferiores a la humana, dando la oportunidad a esa alma de ser pulida y perfeccionada.

Los hábitos que deben ser corregidos a través de la reencarnación, van desde la ira, la gula, la lujuria entre otros. Cada uno, se tiene una forma específica de reencarnación. Por citar un ejemplo: si un alma se deja llevar por el placer de la comida al grado de que su conciencia quede empañada. Aquella alma reencarnará en cerdo, vivirá la experiencia en una forma más intensa y a través de ésta podrá evolucionar. Reencarnando en una entidad diferente en la siguiente vida.

Varias religiones entre ellas los Hinduistas, creen que el cuerpo es el templo del alma. Usar y abusar del cuerpo es un atentado directo al alma. Para aquellas personas que les agrada mostrarse desnudos en público, la reencarnación apropiada es en árbol. Dándoles la oportunidad de experimentar la desnudez en cada instante de su existencia, ante la inclemencia del clima, el sol, la lluvia, los animales y los humanos.

Ella leía esto directo del libro: “La Ciencia del la Autorrealización Espiritual” del Swani Drapabhunanta. Isabela, se dirigía a su trabajo, el tren se había detenido justo cuando más prisa tenía.

II

Isabela, modelaba para una clase de dibujo con modelo desnudo en la Universidad.

Abrió la puerta del salón donde los estudiantes ya la esperaban. Corrió al baño a cambiarse, se puso la bata a toda velocidad y tomó el escenario.

Las primeras seis poses eran poses de calentamiento. Poses que tenía que sostener por sólo dos minutos.

A ella en lo particular le gustaban más las poses largas que tendría que sostener por veinticinco minutos, estas eran dos poses de pie, dos sentada y la última, su favorita, acostada en la que dormía una siesta.

Cayó la bata al suelo y empezó la sección, Cano uno de los estudiantes, amante de la música, se aseguraba de poner el ambiente para la sección. Isabela agradecía la música de Cano. Cuando Cano no asistía todos tenían que aguantar la música de Paz quien entre sus raras mezclas de Celine Dion y Barbara Straissant, ponía a todos en el ánimo de salir corriendo.

El reloj empezó a correr, Isabela dejó volar la imaginación separándose de su cuerpo inmóvil. Trataba de pensar en sus vidas pasadas, ¿a dónde habrá vivido?, ¿siendo qué?, ¿habrá tenido hijos?, ¿habría sido un animal?, ¿un gato?, ¿un león?, ¿un insecto?, ¿una madre abnegada?, ¿un soldado en la revolución?, ¿Un hombre ordinario? Su pierna comenzaba a hormiguear, bajaban las gotas de sudor por sus costados, y su inicial sonrisa se había apagado.

Las horas pasaron, Isabela construía en su cabeza sus antiguos viajes en el mundo.

La penúltima pose era una pose sentada. Descansaba sobre su costado derecho, decenas de almohadas sostenían su torso, su cadera y piernas sobre el cobertor que la aislaba del piso. Ella se sentía como la Maja de Velásquez. Su pelo suelto descendía por sus hombros tocando delicadamente uno de sus pezones.

Escuchaban “Pasión” de Peter Gabriel, suficiente para ser transportados a tiempos antiguos. Ella viajaba entre palacios, desiertos, y guerreros. Isabela era la amante del rey, la preferida. El reloj sonó trayéndola abruptamente a la realidad y a su desnudez. Se puso la bata durante el descanso, sin realmente despertar completamente.

La última pose, acostada sobre su espalda con los brazos arriba de su cabeza, sus piernas juntas, con las rodillas sutilmente flexionadas, dos almohadas elevando la parte superior de su espalda para dar la ilusión que su cuerpo estaba siendo derretido. Ella cerró los ojos.

Se sintió pesada como si hubiera pasado una eternidad, se había dormido profundamente, abrió sus ojos y lo que pudo ver fue el edificio, estaba afuera, trató de incorporarse, no se podía mover, estaba adherida al piso. Miró hacia abajo y vio las raíces de un árbol, vio su tronco liso y esbelto. Aterrorizada siguió su recorrido visual sus brazos eran dos hermosas y largas ramas, sus manos y dedos se extendían a lo alto sosteniendo ramilletes de hojas verdes. Su hermosura se había conservado durante la transformación.

III

No entendía nada, quiso gritar, pero nadie parecía oírla. Las tres de la tarde marcaba el reloj de la torre. El sol caía como plomo sobre sus ramas superiores. Exhausta de intentar moverse, rompió a llorar.

Tenía calor, desesperada, por un momento trató de pensar que tal vez era un mal sueño y que pronto despertaría. Respiró profundo, cerró los ojos y se dijo a sí misma. “Isabela despiértate”.

Abrió de nuevo los ojos, y pudo ver el edificio. Intentó mover uno de sus brazos, sin resultado. Un par de ardillas escalaron hasta una de sus ramas. Pudieron oír sus esfuerzos. Preguntaron si se encontraba bien. ¡Qué!, ¿Pueden hablar? Las ardillas se miraron una a la otra, haciendo el gesto que tal vez al árbol le faltaba un tornillo. Sin decir nada se bajaron de Isabela. Ella mientras les gritaba: ¡Esperen!, ¡no se vayan, por favor, no me dejen aquí, no así!

La pareja descansaba a su sombra, tenía que pensar en algo rápido para llamar su atención. ¡Un pájaro, eso es! Miró a su alrededor, miró a una paloma en una ventana. -¡Pss, hey palomita!, La paloma miró a Isabela. -¿Sí? -¿Puedes venir para acá?, necesito preguntarte algo. -¿Y qué me vas a dar?, - Pues no sé, ¿qué quieres? –Me dejes hacer mi nido en una de tus ramas. –Sí, lo que quieras. –No pienso pagarte renta, me oyes árbol. –No sabía que pagaban renta. –Árbol ¿estás bien? –Claro que no, por eso te necesito.

La paloma se posó en la rama. Habló en voz baja con Isabela. Levantó la cola y dejó caer un líquido blanco grisáceo sobre la frente del novio. Éste se levantó a toda velocidad maldiciendo. Isabela gritó con todas sus fuerzas…

Nada, las personas no la oían, estaban sordos. Uno que otro animal volteaba a ver a Isabela sin decir nada. Anochecía y ella se moría de miedo. Por primera vez se sintió desnuda. Se había corrido la voz que Isabela no cobraba renta y justo al anochecer sus ramas se caían de pájaros, quienes se peleaban por las ramas. Ella ensordecía con la bulla, les gritó. ¡Se callan o se van! Algunos se atrevieron a protestar, pero al final se callaron.

Pasaban las horas y no podía dormir, todos los pájaros dormían a pesar de la pesada iluminación de la Universidad.

Al amanecer los pájaros uno a uno despertaron y comenzaron a cantar. Ella no había cerrado los ojos. Tenía sed. Daría lo que fuera por un café y un cigarro. Las ardillas del día anterior, vinieron a preguntar: ¡Hey árbol, unos pájaros nos dijeron que te crees humano!

Ella no contestó, aquellas ardillas tenían ventaja sobre ella, por lo menos sabían lo que eran, podían correr y comer. Sentía hambre e ira. Soplaba el viento y le acariciaba las ramas, sus hojas se movían con las olas del viento. Por un instante se olvidó de su miseria.

Era el mes de Julio, y el verano se dibujaba en las hermosas ramas de Isabela, todas llenas de hojas, todas verdes, todas juntas, todas haciendo de Isabela uno de los árboles más hermosos de la Universidad.

Fueron pasando los días y las noches e Isabela, como buen humano que un día fue, se acostumbraba a su nuevo estado, y sin exagerar se podía decir que lo disfrutaba. Había encontrado, en la suave movilidad que le daba el viento, una nueva forma de meditar. Llevándola a pensar no sólo en lo que se siente, sino en lo que se aspira, en lo que hace uno en este mundo. Pensaba en el infinito amor que se respiraba siendo árbol, cada gota de agua era una bendición, cada animal que la tomaba como refugio o casa, era una plegaria hacia aquello que los había creado.

Isabela, tenía ya su rutina como árbol, tomaba baños de sol, sentía la brisa cepillar sus hojas y ramas, se estiraba por la tarde, y se preparaba para pasar la noche en silencio, en un estado de letargo, en el que pensaba en lo afortunada que era de ser árbol, y no una pobre humana buscando compañía.

Desde que era árbol, no había sentido soledad. Tenía a todos los insectos, los pájaros, las ardillas inclusive los gusanos, quienes había descubierto eran los más amables de todos. Venían de vez en cuando las parejitas a disfrutar de su sobra, de vez en cuando recibía un discreto abrazo de alguien conmovido por su belleza. Algo se podía decir de ella, ya no estaba sola.

Se pregunta cómo pudo vivió tanto tiempo sin ver, sin oler, sin sentir las cosas que ahora eran su vida. Se pregunta como pudo vivir tanto tiempo evitando la cercanía de los demás, no se puede responder como lo hizo.

El mes de Septiembre se acercaba y con él el cambio de estación, Isabela podía notar algunos cambios en su entorno, el sol se posaba diferente en su copa, las flores y los arbustos se cerraban, al principio pensó que le salían canas cuando pudo ver las primeras hojas decoloradas. Después una de las ardillas que se hospedaba en ella le explicó que eso le pasaba a todos los árboles de su especie, que había visto varios al final de la explanada que habían empezado como ella a cambiar de color.

Ella se río, por que nunca pensó en algún día ser rubia, sus hojas de pintaban del color del sol, y cuando se había acostumbrado a pensarse peli-amarilla, pudo notar algunas de sus hojas tornándose rojas, con las hojas rojas, le vinieron ganas de dormir, las hojas empezaron a caer, y ella a bostezar, pasaban los días, perdía sus hojas y casi podía mantener sus ojos abiertos. Sentía la deliciosa sensación de anticipación, la tan esperada oportunidad de dormir y descansar por fin.

Con sus ramas vacías y sus ojos cerrados, en pacífico sueño Isabela esperaba la primavera.

Fabiola

Septiembre 2004.

Tuesday, September 21, 2004

Nati

26 de Enero de 2000.

Nati,

Te escribo para darte una explicación. Sabes que te quiero como a nadie y me duele mucho que me creas capaz de una cosa así. Primero que nada, no deberías de tomar en cuenta lo que dicen lo demás. Tú y yo hemos pasado momentos difíciles y es nuestro amor el que nos ha hecho superarlos.

Ten confianza en mí y en lo nuestro.

Mi corazón es tuyo.

Ray.

28 de Enero de 2000.

Nati mi amor,

Por favor, te ruego que me contestes. Me estoy volviendo loco de pensar en lo que estás pasando. Por favor bebé, contesta el teléfono y dime lo que está pensando esa cabecita tuya.

Tuyo por siempre.

Ray.

30 de Enero de 2000.

Nati,

Hoy hace una semana que nos peleamos, me arrepiento de todas las cosas que te dije. Sabes que nada lo dije con intención de herirte. Tú eres mi amor y estás en el derecho de estar confundida.

Lo único que te pido es que nunca me olvides, y que sepas que en mí siempre vas a encontrar en alguien en quien confiar.

Pienso en tí.

Ray.

6 de Febrero de 2000.

Natita, pollita:

Me había prometido no escribirte, para darte tiempo de pensar las cosas. Pero cada día sin tí es una tortura. El 14 de Febrero esta cerca, sería nuestro primero juntos, me dolería muchísimo pasarlo sin tí. Te amo, creo que nunca te lo había dicho. Perdóname de todas las cosas que no te dije.

Te amo, te amo.

Ray.

10 de Febrero de 2000.

Natalia,

Te escribo sólo para decirte que esta será mi última carta. Ya me cansé de tus caprichos. Sino eres capaz de entenderme, creo que no tiene caso tratar de hacer funcionar lo nuestro. Buena suerte en la vida. Adiós.

Ray.

12 de Febrero de 2000.

Nati amor mío,

Sé que lo que hice no tiene nombre. Mi única excusa es que soy hombre y debo de hacer las cosas que se supone tengo que hacer. Si pudiera regresar el tiempo, jamás lo haría. Estaba borracho y loco por tí.

Ya te expliqué que pasó. perdóname si puedes.

Ray.

13 de Febrero de 2000.

Nati,

Siento que estoy perdiendo la cabeza. Regresaste mi carta anterior. Estaba abierta. Ya se que prometí no volverte a escribir. Me llena de esperanza saber que lees estas líneas, de alguna forma seguimos compartiendo algo.

Contéstame, dime algo lo que sea, que me amas que me odias, algo.

Ray

14 de Febrero de 2000.

Natita,

Tal vez tú eres feliz. El último favor que te pido es que sigas recibiendo estas cartas. Es lo único que me queda. No me rechaces, aunque sea lee mis palabras.

Espero que te hayan gustado las flores, los chocolates, y ¿encontraste el anillo? ¿Te acuerdas que siempre que pasábamos por ahí lo señalabas?

Ray

16 de Febrero de 2000.

Querido Ray,

He recibido todas y cada una de tus cartas. Quiero pedirte que te pongas en mi lugar y que pienses como te sentirías si yo te hubiera hecho lo que tú me hiciste.

Estuve muy triste y después enojada, pero creo que ahora ya puedo hablarte.

Recibí tus flores, los chocolates y el anillo. Las flores las puse en mi cuarto, los chocolates se los comió mi hermana, por que ya sabes que a mí me salen barritos, y el anillo me quedó chico. ¿Lo puedes cambiar?

Tenemos que hablar. Nos podemos ver en el kiosco chico a las 2:30 PM, saliendo de mi clase de 1 PM.

Perdóname no te compré nada.

Nati.

Fabiola

Septiembre 2004

Thursday, August 26, 2004

El Líbanes

Regina pasaba sus recreos con una sola amiga. Angélica, quien se hacía llamar Angie, hija única, rechonchita de cara bonita. Pasaban los 30 min. de descanso mirando una fotografía de George Michael, recortada de una revista. Iban en segundo de prepa.

Pasaron de año y se convertirían en las grandes del Colegio. Época de decisiones. Después de hacer el tedioso examen de orientación vocacional, Angie se decidió por Administración de Empresas. Regina sin saber todavía que quería hacer se decidió por el área que no tuviera matemáticas.

Angie, nunca dijo nada, pero resentía la decisión de Regina, por primera vez se separarían. Angie era demasiado tímida para empezar nuevas amistades, así que pasaba los recreos sola, observando a las demás.

Llegó Blanca a la escuela, la habían expulsado ya de varios Colegios por mala conducta. Blanca con su mamá, esperaban entrevistarse con la madre superiora y con la coordinadora. Su mamá habló primero, y después la madre superiora le dio la palabra a Blanca. Ella ofreció a su público una actuación magistral. Conmovió a las monjas con sus ruegos, prometió (y parecía sincera), que si le daban una oportunidad sería buena y devota. Trabajaría duro para ser un ejemplo para las demás. Concluyó diciendo que había aprendido la lección y que no las decepcionaría. Las monjas no pudieron resistir la historia de la hija prodiga.

Blanca, tenía fuego dentro, de cabello rubio y cuerpo desarrollado, era un cometa que a su paso dejaba una estela de cristales y energía magnética, imposible pasarla por alto. Regina no fue la excepción.

Blanca y Regina salían juntas, nunca faltaban los muchachos. Regina pronto aprendió que hacer y que decir para que en casa la dejaran, “dormir en casa de Blanca”. Llamaba por teléfono y pedía permiso.

-Sí mamá, nos vamos a quedar a terminar un trabajo.

-Sí mamá, aquí esta la mamá de Blanca. ¿Quieres hablar con ella?

-Sí mami, no nos vamos a acostar tarde.

-Ok, te veo mañana.

-Bye.

Regina se las arreglaba para permanecer virgen, para Blanca eso era anticuado. Regina tenía novios, amigos, conocidos conservando la ilusión de entregarse a su verdadero amor.

Una de esas veces “que se quedaron haciendo un trabajo”, fueron a la disco Desire. Pasaron por ellas un par de galanes, uno de ellos amigo del primo del cuate de la puerta, así que no tuvieron bronca para entrar. Conocían también al bartender por que era el hermano de una compañera de la escuela, así que el alcohol no escaseaba. No sabían beber y con el segundo trago ya estaban hasta la madre, bailaban con sus galanes, hablaban a gritos e iban al baño cada 20 min. para ponerse al tanto de lo que estaba pasando. Salieron del lugar tambaleando, abrazadas de sus galanes.

Blanca se encontró a unos viejos amigos, Omar y el “Ric”. Entusiasmada los saludo de beso y abrazo, cosa que no le pareció a su acompañante. Regina no recuerda como comenzaron los golpes, lo único que recuerda, fue ver volar los puños en el aire, después recuerda verse a ella misma tratando de separar a los hombres y buscando a Blanca por todos lados, Blanca estaba tirada en la banqueta, con las piernas abiertas, y falda mal puesta, Blanca nunca usaba ropa interior.

Los “gorilas” de la disco habían intervenido y habían podido parar la bronca, el aire se notaba tenso, los galanes sangraban.

El “Ric”, le mentó la madre a todos, se limpió la sangre de la boca y se fue. A Omar en cambio no le habían tocado los madrazos, encontró a Regina tratando de arreglar a la desordenada Blanca, trataba de cargarla pero era muy grande para Regina. De los iniciadores de la bronca, nada más se supo, los valientes acompañantes las habían dejado allí a media calle. Omar muy caballeroso le ofreció a Regina llevarlas a su casa.

Omar y ella subieron a Blanca al carro, Blanca tuvo la cabeza fuera de la ventanilla todo el camino, Regina se moría de vergüenza no hablaron mucho durante el largo camino. Por fin, habían llegado, Blanca tambaleándose y repitiendo frases sin sentido subió las escaleras, Regina dijo buenas noches, paradita sobre la banqueta, Omar se acercó para darle un beso en la mejilla, para ese entonces con el susto y el frío ya se le había bajado la peda, gracias al alumbrado público, pudo distinguir un dije de oro en forma de cedro que llevaba Omar al cuello. Tenían 17 años.

La cruda de Blanca estuvo espantosa, la mamá no se dio cuenta. Regina se entero que el padre de Omar era libanés, lo que explicaba las pronunciadas cejas y el cedro.

Había pasado una semana, sin mucha corte se encontraron en un sillón de la ruidosa disco besándose. Omar pasaba su mano por debajo de la blusa de Regina, ella pretendía apartarlo. En realidad, no quería que él se diera cuenta del papel higiénico que rellenaba su brassiere, Blanca en cambio nunca necesitó hacer eso, (no usaba brassiere).

Sorprendentemente Blanca, todavía no había causado ninguna queja en la escuela, había aprendido bien a disimular, había aprendido a esconder mejor los cigarros y el maquillaje.

Omar y Regina tenían un mes saliendo, ella no se atrevía a preguntarle si eran novios, lo que la hacía sentir un poco incómoda, pero no la detenía para aplacar las hormonas donde se pudiera. Él estacionaba el auto en una calle no muy transitada, y daban vuelo a la carne mientras escuchaban el radio. De repente ella lo apartó y le dijo: -¡Me encanta esa canción!, ¿Sabes como se llama?. -“You´re my everything” de Blue Dimension. –¡Me encanta, me encanta!. Omar dijo: - yo tengo el disco. ¿si quieres te lo puedo prestar?, -Sí, por favor. –¿Podemos ir a mi casa por él?, no está lejos. –No sé, me da pena con tus papás. –No están, regresan más tarde. ¿Vamos?. Regina de reojo pudo notar la inocultable erección de Omar, él trataba de esconderla con el suéter. –No sé. Ya es tarde. –Vamos Regina, no nos tardamos nada. Ella no dijo que sí, pero tampoco dijo no.

Cuando se dio cuenta, se encontraba en el cuarto de Omar, acostada en la cama con la blusa abierta sus pequeños pechos se asomaban por el corpiño. Omar estaba encima de ella, completamente vestido. Podía sentir la erección de Omar, ella vestía pantalones, todavía puestos. Omar la distraía con besos. Regina no supo como, pero cuando se dio cuenta tenían compañía. El miembro de Omar estaba tan presente que parecía otra persona. Ella sintió como se le iba el color, era la primera vez que veía a un pene de cerca. En cuanto pudo moverse, apartó bruscamente a Omar, se puso de pie y se tapó el pecho. Repetía una y otra vez –No, por favor, no puedo, No por favor, no puedo. Imposible callarla.

Él y su miembro seguían boca arriba en la cama. –Regina, no me puedes dejar así, ¿que no ves?, me puede hacer daño.

Regina del susto soltó a llorar, entre sollozos le rogaba a Omar que la llevara a su casa. Su cabeza daba vueltas pensando en lo que le diría Blanca, pensaba en su mamá, pensaba en el vestido blanco que imaginaba para su boda. Mientras más pensaba más ganas le daban de llorar.

-¿Entonces qué?, ¿no me vas a ayudar?.

Ella lloraba histérica, le rogaba:

-Llévame a mi casa, por favor, llévame a mi casa.

Omar no tuvo más remedio que hacerse justicia por su propia mano, Regina sollozaba, sentada en el suelo en un rincón echa bolita con la cabeza en las rodillas.

En cuanto llegó a su casa, Regina llamó a Blanca. Blanca trataba de calmar a su traumatizada amiga, de vez en cuando se burlaba un poco de ella para bajar la tensión.

-Regina, no inventes. En serio que no muerde. No sabes de lo que te estas perdiendo.

-Ok, y que más. Ya cálmate que no te hizo nada.

-Y, ¿bueno ya pusiste el disco?.

-¡Qué!, ¡se te olvidó el disco en el carro!. ¡Te pasas!.

Fabiola

Agosto de 2004

Wednesday, August 25, 2004

Israel III

Katia descansaba en la tina, era sábado por la noche, Israel no llegaría hasta las dos o tres de la mañana. Dimitri gritaba algo desde la cocina. Katia desde la tina gritó en inglés: -¿Qué?. Katia ya estaba acostumbrada al acento de Dimitri, pero todavía no podía saber que era lo que quería.

Tomó su bata, y fue a la cocina para saber que quería Dimitri. Cuando llegó a la cocina, Dimitri ya lo había olvidado. Dimitri aprovechó y deslizó su mano por debajo de la bata, agarró firmemente el aun mojado trasero de Katia. Hacían el amor en la cocina, Dimitri maldecía en checo y ella en español.

Comían desnudos en la mesa de la cocina. Katia hablaba más que Dimitri, quien a veces sólo respondía con miradas o no respondía. Era casi la una y media de la mañana, ella apurada, tomó sus cosas, le dio un beso en la boca como despedida y bajó a su departamento.

Se metió a la regadera, para lavar la evidencia y la culpa, se secó el pelo y se fue a dormir. Israel llegó después. Estaba agotado por el ajetreo del restaurante, pero no podía conciliar el sueño. Encendió la televisión, hasta que se quedó dormido en el sofá.

El constante cansancio de Israel, ayudaba a encubrir el desinterés de Katia. Israel trabajaba largas horas, estaba ahorrando para tener algo que ofrecerle a Katia.

Dimitri no dejó de tener amigas, Katia se tenía que soplar la ruidosa compañía del vecino, Israel se entusiasmaba con la agitación vecinal. Invitaba a Katia a escuchar a los vecinos. Ella se ponía furiosa y reventaba en contra de Israel. –¿Cómo puedes hacer eso?, ¿Qué no sientes vergüenza?. A lo que él respondía, usualmente con miembro en mano. –Si no les da pena a ellos, ¿por qué me habría de dar pena a mí?.

La situación se volvía intolerable, de vez en cuando se encontraban a Dimitri en la puerta del edificio. No se saludaban. Israel invariablemente decía: -“Ya viste, allá va tu vecino”. A lo que Katia respondía –Me da repulsión de solo verlo.

Katia, en uno de esos fines de semana de coger y comer, le planteó la posibilidad a Dimitri de vivir juntos. Él ni la miró, simplemente no contestó. Ella pensó: “Así es él, sino contesta es que esta de acuerdo”. Katia interpretó el silencio como un sí. Recordando el dicho que dice: “El que calla otorga”.

Katia estaba decidida a hablar. En cuanto vio la oportunidad le dijo a Israel:

- ¿A qué hora llegas hoy?

- No sé, tal vez después de las 10. ¿Por qué?

- No, por nada.

- ¿Qué quieres?

- No, no es nada.

- No me dejes con la curiosidad, sabes que no me gusta.

- Quería hablar contigo

- ¿De qué?

- Cuando llegues hablamos

- Dime de qué

- Luego

Israel la tomó de la barbilla y clavándole los ojos le dijo: -¿De qué quieres que hablemos?. Ella desvió la mirada, dijo: - Es difícil para mí. No sé como decirte. Caminó unos pasos, para crear un poco de distancia y se dirigió a él: - No estoy segura de esto. Él alzaba más la voz. -¿De qué?. Katia continúo, - De nosotros, he estado pensando mucho. Él ya gritaba. -¿En qué?. Ella respiró profundo, fingió tomar valor y se lo soltó: -He estado pensando en que nos demos un tiempo.

Esta frase la sintió Israel como un proyectil directo al pecho. Explotó al instante: - ¿Qué, qué?.

Katia trataba de mantenerse fría. –Israel, ¿De qué te sorprendes? Desde el principio fui clara y te dije que no estaba enamorada de tí.

Israel por un instante, se detuvo para leer entre líneas lo que Katia le trataba de decir.

Ella continuó. –El que quiso venir conmigo fuiste tú, yo nunca te prometí nada.

En este punto, estaba claro para Israel.

-¿A quién te estás cogiendo?.

- A nadie, ¿Por qué me dices eso?

- ¿Quién es?

Él estaba fuera de sí. Ella curiosamente no le temía. Le gustaba cuando Israel adoptaba esa actitud, firmeza salía de sus frases. Si no estuviera pensando en mudarse con Dimitri, podría considerar quedarse con él.

Israel repetía una y otra vez,

- Lo sabía, lo sabía.

Caminaba de un lado para otro, se agarraba la cabeza.

- Es ese pendejo con quien compartes oficina, ¿verdad?.

- Noooo, ¿cómo crees?. Estás loco. Mejor cálmate, para que te puedas ir al trabajo.

- Lo sabía. ¡Es ese pendejo!. ¡Dime ya!.

Ella no contestó. Él se fue azotando la puerta.

Llegó al restaurante, habló con un amigo que había hecho allí, quedaron de acuerdo cuando terminaron en el restaurante salieron juntos, pasaron a uno de estos supermercados que abren las 24 hrs para comprar dos pares de pantimedias, ante el asombro del cajero de medianoche.

Esperaban que el compañero de Katia saliera del laboratorio, era un pobrecito nerd que trabajaba día y noche, esperando algún día ser doctor.

Eran cerca de las dos de la mañana, lo vieron salir, cuando se bajaban del auto vieron al ayudante del laboratorio salir detrás de él. Eran dos contra dos. Israel con la media en la cabeza y un bate de béisbol se adelantó, su cuate le cuidaba la espalda. Le dijo en inglés: - A ti te quería ver. El pobre casi se mea en los pantalones. El otro individuo ni se movió. Después de una serie de insultos le dijo:

-Ya sé que te estas acostando con Katia. Eso tiene consecuencias.

De la nada el ayudante de laboratorio, se le tiró como un gato al nerd. Israel se tuvo que hacer para atrás ante el asombro. El gato le tiraba arañazos en la cara. Le decía: -¿Cómo te atreves a engañarme?. Yo te lo he dado todo.

Israel y el amigo, presenciaban una pelea de gatos. El ayudante gritaba, insultaba, y tiraba arañazos. El nerd en el suelo se defendía literalmente como gato boca arriba.

El amigo de Israel se agarraba la panza de la risa. A Israel le quedó claro que ese pobre no se estaba acostando con Katia.

Israel no llegó a dormir, su compañero de oficina no llegó a trabajar. Katia había alcanzado un punto en el que ya no sentía nada, nada le importaba más que estar con Dimitri.

Katia empezó a empacar, tenía las maletas sobre la cama, era obvio lo que iba a pasar. Deseaba con el corazón que Israel no hiciera las cosas más difíciles, sabía que era un buen hombre y que al final entendería su decisión.

Lo que necesitaba en ese momento era estar con Dimitri, por primera vez sin culpa. Dimitri tampoco había ido a dormir. Eso no le sorprendió a Katia, muchas veces Dimitri cuando no tenía compañía se quedaba a trabajar toda la noche en la oficina.

No había terminado de pensar en esto cuando llegó Israel. Lo primero que le dijo: -Me vas a decir con quien te has estado acostando. Katia se metió al cuarto y cerró la puerta. No quería que Israel viera las maletas –Ya te dije que con nadie. Israel dijo: -Pues de aquí no me voy hasta que me digas.

Israel se metió al baño.

Ella aprovechó para meter todo debajo de la cama.

Dimitri no aparecía. Katia, cerciorándose que Israel seguía en el baño, llamó a la oficina de Dimitri y le dijeron que había pedido permiso para llegar tarde, tenía que ir a recoger al alguien al aeropuerto, en un pueblo de estudiantes esto era común, tampoco le extraño que no le hubiera dicho nada. Dimitri no hablaba mucho.

Con Israel todavía en el baño vio llegar el auto de Dimitri, salió corriendo para recibirlo, cuando vio que venia acompañado por una mujer y un niño. Katia sintió que las piernas se le hicieron de gelatina. Se detuvo a medio camino.

Él sin expresión y con su terrible acento le dijo:

- Ella es mi mujer, éste mi hijo.

Sin esperar, y sin saludar, todos subieron al departamento dejando a Katia en el estacionamiento.

Cuando salió Israel del baño, vio a Katia desencajada llorando. Le dijo: -¿Qué?, ¿Ahora, si me vas a decir?.

Fabiola

Agosto de 2004

Sunday, August 22, 2004

Israel II. Katia

Katia se había ganado una beca, tendría que vivir por dos semestres en una de las ciudades más representativas del Norte. Ambos estaban felices.

Se instalaron en uno de los edificios de departamentos cercanos a la Universidad. Israel no tardó mucho en encontrar trabajo. Sería cocinero en uno de los restaurantes mexicanos que circundaban al campus.

El asesor de Katia le exigía largas horas de trabajo, el dueño del restaurant estaba muy satisfecho con el talento de Israel. Se veían por las noches y comían juntos en los días de descanso de Israel.

Katia se sentía segura, tranquila, después de una larga temporada, podía pensar en su trabajo como algo que la apasionaba, en el pasado sólo hizo lo que tenía que hacer teniendo la cabeza en otro lado.

De regreso a casa, Israel pudo ver que alguien se mudaba al piso de arriba, justo sobre sus cabezas, hizo un gesto desaprobatorio, por que después de haber vivido por casi tres años en edificios de estudiantes sabía lo que puede ser tener vecinos.

Quien se mudaba era un hombre alto, rubio y malencarado, con un acento inteligible. Exhausto dijo: hi!, el hombre no contestó. Israel prefirió pensar que el hombre no lo había escuchado, le cerró la puerta en la cara.

Katia había llegado muerta, se metió en la tina con un libro. Israel pedía una pizza por teléfono, no quería ni acercarse a la cocina.

Comieron, vieron la televisión, era casi media noche. Se fueron a dormir. Cuando apagaron la luz, comenzó todo. No sólo se oía al vecino tratando de acomodar sus muebles, se oía la voz de una mujer, se le escuchaba gritando. Se oyeron una serie de golpes secos, la mujer guardó silencio.

-¿Israel oíste eso?

-¿Cómo no lo voy a oír?

-¿qué hacemos?

-¿No sé?

-¿Llamamos a la policía?

Cuando tomaron el teléfono para llamar a la policía, se volvió a escuchar algo. Katia le puso el dedo en la boca a Israel –Shhh. Era la mujer otra vez, gritaba en un tono diferente. La mujer jadeaba incrementando el volumen. El hombre se escuchaba como un eco, hablaba pero era imposible saber que decía. El tono era agresivo, daba ordenes, repetía frases. Katia e Israel no se movieron, tenían los ojos abiertos a lo que daban los párpados. Sin querer Katia soltó una carcajada. Israel le tapó la boca, él deseaba seguir escuchando. Después de la carcajada de Katia todo se quedó en silencio.

Katia llegaba cada noche con la esperanza de tener serenata por parte de los vecinos. Era algo tan torcido que sentía igual repulsión y placer en escuchar sus actividades nocturnas.

Israel llegaba más tarde los fines de semana, Katia leía, veía la televisión y esperaba oír al vecino. Por fin, después de varios de días de espera, se oía agitación en el departamento de arriba. La mujer se oía diferente, gritaba diferente, Katia pensó: -“Es otra mujer”. Sonrió con los ojos y se tapó la boca para no gritar de emoción. Esta mujer se resistió un poco más que la otra. Sonaban los golpes secos, ella gritaba de placer, él ordenaba. Su voz era firme. Se oyeron unos pasos, estaban sobre la cama. Ella gemía, él no cambiaba su tono. El hombre hablaba en Dios sabe que idioma, pero se podía distinguir que no era algo muy decente lo que decía.

Katia se encontró sola en la cama, con los vecinos de fondo, su corazón se había acelerado y a pesar de una semi-resistencia inicial se entregó a la experiencia. Deslizó sus dedos por dentro de su ropa interior, cerró los ojos y se imaginó de mil maneras al poseedor de esa voz. Jamás había hecho algo así, se sintió un poco culpable, no le dijo nada a Israel.

Era miércoles, Israel descansaba mañana, se quedaron despiertos viendo una película. Katia, por un lado deseaba que el vecino tuviese compañía, pero le daba mucha pena siquiera pensar en escuchar otra vez al vecino en presencia de Israel. Sus temores, se volvieron realidad en sólo unos minutos. Una mujer jadeaba en el techo.

-¿Ya oíste?

Katia trató de disimular,

-¿Qué?

-El vecino otra vez

-No, fue la película

-Es el vecino

Israel bajó el volumen de la televisión y se pudieron oír los quejidos de una mujer, ésta tenía una voz chillona y aguda como la de una ardilla parturienta.

-Israel, pon el volumen a la tele

-No quieres escuchar?

-NO.

-¿Por qué no? Es como ver porno, sin ver.

Katia ya no contestó, fingió tener interés en terminar de ver la película. Israel se fue al cuarto para escuchar. Pero los vecinos se habían callado. Para desgracia de Katia la película terminó antes de lo que esperaba y se tuvo que ir a la cama con Israel. Israel sostenía su miembro con su mano izquierda, era zurdo, en caso de que los vecinos decidieran reanudar actividades. Katia entró al cuarto y vio el cuadro. -¿Qué haces?, -Te estoy esperando. -¿A mí? O a la vecina chillona. –¡Ven para acá y no me la armes de pedo!.

-¡Ya te dije que no me gusta que me hables así!. – Pues ven, que te estoy esperando. Dio dos palmaditas en el colchón para señalarle dónde quería que se acostara.

Se abrazaban y acariciaban, cuando el vecino se escuchó otra vez. Esta vez no hubo golpes, sólo ordenes y frases sucias en un lenguaje extranjero. Israel ya la penetraba, -- ¡vamos a echarles unas carreritas!. Ella no contestó. Cerró los ojos, trataba de tapar los desafinados gemidos de Israel con lo que escuchaba de arriba. Imaginó que Israel le decía todas esas cosas. Se vino casi inmediatamente. Israel sorprendido le dijo entre sus gemidos , -Ya tan rápido, pues tenías ganas, mamita.

El vecino se calló, Katia perdió el interés, sin dejar que Israel se diera cuenta. Israel se vino con una sonrisa en los labios.

Hasta el momento, Israel era el único que había visto al vecino. Katia no creyó en la descripción de Israel, pensó que se trataba de cosas de machos decir que el hombre era feo y malencarado.

Era sábado en la tarde, Israel ya estaba en el restaurante, Katia se había quedado en casa. Tocaron a la puerta. Vio a un mensajero, éste traía un paquete para el vecino de arriba, y le preguntó si ella podía entregárselo. Era la oportunidad perfecta. Sin titubear aceptó. Pasó todo el día observado quien llegaba y quien salía, no vio a nadie que se pareciera a la descripción de Israel.

Anochecía y decidió ir a tocarle al vecino, con paquete en mano. Tocó y tocó a la puerta sin suerte. Estaba en la tina, cuando se oyeron pasos arriba, ya había llegado el vecino. A toda velocidad se vistió y todavia con el pelo mojado fue a tocarle.

La puerta la abrió una mujer, rubia, flaca, no precisamente bonita, en un acento le dijo en inglés: ¿Qué quieres?, ella respondió, tengo un paquete para el señor Dimitri, la rubia grito algo y al final de la frase dijo Dimitri. Él contestó algo como, “recibe tú el paquete”. La rubia trató de arrebatarle el paquete de las manos a Katia, quien inteligentemente con las uñas lo sostenía. Dijo amablemente, - Disculpe, pero quisiera dárselo al señor en persona. Claramente enojada la rubia, le gritó a Dimitri algo que bien pudo haber sido el equivalente en checo a -“Esta pendeja, quiere darte el paquete en persona”.

Katia todavía en la puerta, vio salir a Dimitri, efectivamente alto, rubio y malencarado, pensó, Israel tenía razón. La rubia todavía sostenía la puerta, se acercó Dimitri, miró a la rubia con complicidad y ella se retiró. Sostuvo la puerta, miraba a Katia a los ojos y no dijo nada.

Katia tartamudeando en inglés le dijo,

-Esto es para usted.

-¿Quién es usted?

Katia no podía creer que estaba hablando con el vecino, la voz, el acento. Su corazón se empezaba a acelerar.

-Su vecina de abajo

-¿Quién la envió?

-Nadie... el mensajero de UPS.

-¿De parte de quien es ese paquete?

-No lo sé.

Katia temblaba de la excitación, mantenía sus piernas juntas para sostenerse en pie.

Cuando Dimitri vio que Katia era inofensiva, la invito a pasar y tomarse una copa con ellos. Katia por un momento dudó y casi dice que no, pero aceptó sólo por seguir escuchándolo.

Bebían y fumaban, Dimitri fumaba puro, la rubia bebía de la botella, y Katia sostenía nerviosa su copa.

Después de un rato Dimitri, le dijo algo a la rubia, ésta se levantó del sofá y se quitó la ropa, la rubia puso sus manos detrás de su cabeza y se quedó de pie. Dimitri se dirigió ahora a Katia.

-Dime, ¿a qué viniste?.

Con la voz cortada contestó.

- A entregarle su paquete.

No voy a repetir la pregunta,

-¿A qué viniste?.

Katia ya no contestó, no se movió.

Dimitri se acercó a la rubia, le dijo que se diera vuelta, el trasero de la rubia estaba casi en la cara de Katia.

Dimitri le dijo,

-Ya sé a que viniste.

Le propinó cuatro nalgadas a la rubia, ésta ni se quejó.

Dimitri tomó a la rubia del brazo, le acomodó los codos sobre la mesa. Dimitri se la cojía y le decía en checo una letanía de cosas no muy decentes. La rubia jadeaba de placer, le contestaba en el mismo tono.

Katia sentía que se encontraba en un mundo paralelo, sin embargo, lo que era cierto, es que estaba tan excitada que estaba a punto de venirse. Dimitri le daba la espalda a Katia, parecía que en ese momento le importaban más otras cosas.

Cuando Israel abrió los ojos , Katia dormía a su lado.

Fabiola
Agosto 2004.

Que día es hoy?